martes, 5 de mayo de 2009

Benditamente Condenado

Se acercaba lentamente descubrí que sabia de mi aspecto pero ya no podía cambiar su rumbo, mirando al suelo y con voz de arrebato me dijo


-eras la persona con la cual menos quería encontrarme –


Me miro, y la salude con un beso en la mejilla


-todo pasa para algo y por algo, nada es al asar- conteste a la vez que nos miramos con una alegría contenida.

Era tu mejor amiga que existía allí al lado mío, en aquella vieja estación de ferrocarril nos subimos al tren emprendido una plática.


-Ayer estuve con ella- le comenté, me regalo una sonrisa con recuerdos y una mirada curiosa para que el relato continuara, y así empecé:


Inquieto la esperaba a que asomara aquel aroma, cuando percibí su presencia ya estaba frente a mi, innatamente la abrase y sentí la respuesta con su cabeza en mi hombro, cuanto tiempo había pasado si verla, y los recuerdos que alimentaban esa angustia de extrañar cesaban en aquel momento. Mi estomago se apretaba, mis brazos no la quieren soltar, mi mente razona lo hermosa que estaba y mi boca que sucumbía por la ella.

Aquel eterno instante se alojo en mis nervios, - caminemos- le dije, el paisaje no interesaba el espacio de su belleza lo enmarcaba todo en aquel mágico momento. Una banca en la placita nos hizo una invitación para que la conversación continuase, vagamos por muchos recuerdos y anécdotas, fui muy feliz viéndola reír.

Un suspiro nos silencio por eternos segundos.


-Gracias a la soledad me conocí - turbadamente le dije, una mirada fue su respuesta.


Prolongue mis sentimientos expresándole una pregunta que me hacia al resonar que tenia una vivencia para llorar.


- ¿Sufrir será una perdida de tiempo? –


Su respuesta fue punzante

- Un engaño hace más ruido que una caricia -


Aquella frase decomiso todas las réplicas, así que solo dije lo que sentía y confesé

- Puedo vivir en cualquier parte del mundo pero yo decidí vivir en tu corazón, persigo recomenzar el infinito y no parar de amarte nunca-

-si estoy aquí, es por ti -


El tiempo había sanado las heridas pero había dejado marcas que yo pretendía acicalar con caricias.

Solo dime la verdad -¿me necesitas en tu vida?- le pregunte con misticismo fijo.


Las dudas de aquella tarde nos regalaron silencios que nos hicieron pensar mucho.

Después de un largo rato de mudez mi mano busco la suya para acariciarla, luego busque su cara la toque como un ciego, que descubre algo y lo guarda en sus recuerdos, en cada latido me aproximaba, con su frente en mi frente con su boca en mi boca nos paseamos por la angosta franja del verbo del beso, aquellos besos que alimentaron nuestro amor por tanto tiempo, nos miramos y pensé -No sé que delatan mis ojos los tuyos quieren dejarme entrar - El placer era quimérico y su aroma me recordaba aquella piel que conocía tan bien.


- Debo bajarme- me dijo mientras interrumpía mi monologo, sin darme cuenta que el tiempo había sido una pasajero olvido de aquel tren, me dio un abrazo y se bajo.


La maquina se puso en marcha nuevamente, me quede mirando fijamente el paisaje y pensado lo mucho que hable de ti sin sentir el tic-tac del reloj pasar, aquel relato hizo darme cuenta que estaba benditamente condenado a amarte





El Perspicaz

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